miércoles, 17 de junio de 2009

POEMA II

Nutrirse de Girondo,
de Rimbaud,
de Cernuda.
Izar
la veleta del sol
como si fuera
una vela de navío.
Sobre la mesa de la sala
extender el papel
de escarcha o de rocío
y comenzar
la vendimia de palabras
en la crepitaciòn de la conciencia.
Hurgar
entre las sombras
noche arriba,
hasta hallar
el esqueleto
del poema perfecto.
Recubrirlo después
con carne de gorriòn
y plumas de alabastro,
ojos de jade
y corazón de péndulo.
Y cuando nada pase,
cuando el día se trague
hasta el último sueño,
replegarse en la penumbra
como un gato doméstico
hasta que,
en el ocaso,
los duendes reconstruyan
los sitios y las voces
de los mundos secretos.
Ana María Garrido

POEMA III

Ojos de alhucema
de vendimia
de álamo en celo.
Ojos de sinfonía planetaria.
Ojos de ser
de sol
de sal
de campo de exterminio.
Ojos de felpa
de solar
de aguardiente.
Ojos de aguamanil
y de aguatero.
Ojos de llovizna azul
y de navío.
Ojos de galaxia salobre
de néctar
de solsticio
de espejo con sordina.
Ojos de pluma de faisán.
Ojos de istmo
de archipiélago
de azor
de marejada.
Ojos de pasacalle
de linterna
de aljibe.
Ojos
incrustados
en la palma de mi mano
para mirar la aurora
cuando toco tu frente.


Ana María Garrido

LA MARCHA DE LOS DIAS

Si los pasos supieran
que el camino se esfuma
detrás del horizonte
no habría persuasión para el olvido
ni lámpara encendida
en el desván
del tiempo receloso.

La noche no se nutre
del viento y sus corolas,
sus pétalos incautos,
los erizados peces
de su cielo infinito.

No remontes tus voces
como el velamen roto
de tu fantasma errante,
como buque perdido
en las aguas voraces
de tu miedo más hondo.

La soledad condensa
la bruma pesarosa
de tus ojos salobres.

Si la luz te redime
¿para qué delegar tus cicatrices,
la faena de tus seres ocultos,
la retina azarosa de tu música
en las manos del mundo?

Sólo el amor expía
la marcha de los días.

Ana María Garrido


NO TODO ES SOLEDAD

No todo es soledad
en la hierba desnuda
si el viento testifica
que el silencio no existe.
Sólo un puñado
de ecos arrumbados,
la salmodia del humo
entre la brisa cómplice
y el rumor de los cascos
de ilusorios caballos.

No todo es armonía
rota como un cristal
agrietado en la lluvia.
La esperanza
es un puerto fugaz
en el oleaje
de todos los naufragios.

No hay un solo refugio
para quien se rebela
contra el tiempo y sus armas.

Resignada al olvido,
la luz me reconcilia
con lo eterno y lo efímero,
con mis días y mis noches
acuñados en la misma
fragua portentosa
que arrecia las tormentas
y apacigua en el mar las grandes aguas-

Ana María Garrido

2 comentarios:

  1. Hola, Ana.

    Un gusto recorrer tu blog.
    Felicitaciones y gracias por compartir tú sensibilidad con nosotros tús amígos.

    Un abrazo gigante
    Paulo Monti

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  2. Hola Ana

    Es una delicia saborear poco a poco tus versos, mis felicitaciones, si es posible leer este poema para el próximo Domingo para todo tu radio-escuchas, lo espero, un abrazo

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