viernes, 27 de noviembre de 2009

LEJOS DEL MAR

Lejos del mar,
sus puertos y su vórtice,
al margen del exilio,
la marea,
el vértigo,
el magma,
la rompiente,
mi soledad recoge
los frutos que le ofrece
tu acíbar
de vigilia y cadalso.
Me flagela tu olvido
de extramuros,
tu abandono de sepia,
de sépalo,
de salvia,
de salvaje agonía,
la pátina de miedo
que tapiza
las paredes
internas de mis sueños,
tu desidia sin aura y sin abrigo.
A la hora
en que la zaranda de la noche
decanta los fantasmas,
me refugio en mi reino
de ópalo y cenizas
.


Ana María Garrido

martes, 24 de noviembre de 2009

HOLOCAUSTO

Respiramos los mismos
vicios acorralados
que hace miles de años.
Los vetustos espejos
cercados por la noche
perdieron hace siglos
memoria de las formas.
Fantasmas polvorientos
subastan sus chaquetas,
sus enaguas,
su hastío
en agónicas ferias
pobladas de gemidos.
Silencio aguijoneado.
Agobio de las flores.
Con paciencia de liquen,
el sol recoge el polen
de plantas venenosas.
De los trenes descienden
pasajeros de humo.
En los andenes quedan,
adustas,
sombras de los ausentes,
los que nunca han viajado,
los que no regresaron.
Los que echaron
sus almas y sus cuerpos
abrumados de olvido
a la hoguera feroz del holocausto.

Ana María Garrido

miércoles, 18 de noviembre de 2009

martes, 17 de noviembre de 2009

EL OASIS Y EL PARAMO

¿Dónde encontrar
el eje de la vida
si todo está cumplido?
¿En el agua?
¿En las rocas?
¿En la simiente grave?

¿En el secreto peso de la luz
sobre tus párpados
recién tatuados por la luna?

No hay plegaria
que exceda los límites
de tus cuatro paredes temerosas
que el insomnio tapiza con sus lágrimas,
si no pones en ella
el fuego perenne de la Gracia.

Tres golpes en la puerta
no significan
que ha arribado el que esperas.
La luz en tu ventana
no es,
necesariamente,
el alba rumorosa
ni un farol en la noche desvelada.

Cada camino lleva consigo
el triunfo y la derrota,
el oasis y el páramo,
tu voz y tus silencios
en perpetua armonía.

No permitas
que el amor se consuma
como el agua dolida de una acequia
cuando arrecia el verano.

No hay certeza más honda
que el alma que te habita.


Ana María Garrido